Una definición conceptual de lo político puede obtenerse sólo
mediante el descubrimiento y la verificación de categorías específicamente
políticas. (…)
La diferenciación específicamente política, con la cual se pueden
relacionar los actos y las motivaciones políticas, es la diferenciación entre el amigo y
el enemigo. Esta diferenciación ofrece una definición conceptual, entendida en
el sentido de un criterio y no como una definición exhaustiva ni como una
expresión de contenidos. En la medida en que no es derivable de otros
criterios, representa para lo político el mismo criterio relativamente autónomo
de otras contraposiciones tales como el bien y el mal en lo moral; lo bello y
lo feo en lo estético, etc. (…) La diferenciación entre amigos y enemigos tiene
el sentido de expresar el máximo grado de intensidad de un vínculo o de una
separación, una asociación o una disociación. Puede existir de modo teórico o
de modo práctico, sin que por ello y simultáneamente todas las demás
diferenciaciones morales, estéticas, económicas, o de otra índole, deban ser de
aplicación. El enemigo político no tiene por qué ser moralmente malo; no tiene
por qué ser estéticamente feo; no tiene por qué actuar como un competidor
económico y hasta podría quizás parecer ventajoso hacer negocios con él. Es
simplemente el otro, el extraño, y le basta a su esencia el constituir algo
distinto y diferente en un sentido existencial especialmente intenso de modo
tal que, en un caso extremo, los conflictos con él se tornan posibles, siendo
que estos conflictos no pueden ser resueltos por una normativa general
establecida de antemano, ni por el arbitraje de un tercero "no-involucrado"
y por lo tanto "imparcial". (…)
El enemigo no es, pues, el competidor o el opositor en general.
Tampoco es enemigo un adversario privado al cual se odia por motivos
emocionales de antipatía. "Enemigo" es sólo un conjunto de personas
que, por lo menos de un modo eventual — esto es: de acuerdo con las
posibilidades reales — puede combatir a un conjunto idéntico que se le
opone. Enemigo es solamente el enemigo público, porque lo que se relaciona
con un conjunto semejante de personas — y en especial con todo un pueblo — se
vuelve público por la misma relación.
Al concepto de enemigo y residiendo en el ámbito de lo real,
corresponde la eventualidad de un combate. En el empleo de esta palabra hay que
hacer abstracción de todos los cambios accidentales, subordinados al desarrollo
histórico, que ha sufrido la guerra y la tecnología de las armas. La guerra es
el combate armado entre unidades políticas organizadas; la guerra civil es el
combate armado en el interior de una unidad organizada (unidad que se vuelve,
sin embargo, problemática debido a ello).(…) La guerra proviene de la enemistad
puesto que ésta es la negación esencial de otro ser. La guerra es solamente la
enemistad hecha real del modo más manifiesto. No tiene por qué ser algo
cotidiano, algo normal; ni tampoco tiene por qué ser percibido como algo ideal
o deseable. Pero debe estar presente como posibilidad real si el concepto de
enemigo ha de tener significado.
Consecuentemente, de ninguna manera se trata aquí de sostener que
la existencia política no es más que una guerra sangrienta y cada acción
política una operación de combate militar; (…) La definición de lo político
aquí expuesta no es ni belicista, ni militarista, ni imperialista, ni
pacifista. Tampoco constituye un intento de presentar a la guerra victoriosa, o
a la revolución triunfante, como un "ideal social", ya que ni la
guerra ni la revolución constituyen algo "social" o "ideal".
Al Estado, en su calidad de unidad política esencial, le
corresponde el jus belli; es decir: la posibilidad real, de determinar, y
dado el caso de combatir, a un enemigo en virtud de una decisión autónoma. (…)
Sin embargo, la tarea de un Estado normal consiste en lograr, por sobre todo, una pacificación completa dentro del Estado y su territorio; construir "la tranquilidad, la seguridad y el orden" para crear con ello la situación normal que es condición para que las normas jurídicas puedan imperar en absoluto desde el momento en que toda norma presupone una situación normal y ninguna norma puede ser válida en una situación que la desafía de modo completamente anormal.
Esta necesidad de lograr la pacificación intra-estatal conduce, en situaciones críticas, a que el Estado como unidad política en si, mientras existe, pueda también determinar al "enemigo interno". Es por ello que en todos los Estados, bajo alguna forma, existe lo que el Derecho Público (…)conoció como (…) formas de repudio, ostracismo, exclusión, (…) alguna forma de declarar un enemigo interno, ya sea con medidas más severas o más benignas; vigentes ipso facto o establecidas de modo jurídico mediante leyes especiales; ya sea manifiestas o encubiertas en descripciones genéricas.
Sin embargo, la tarea de un Estado normal consiste en lograr, por sobre todo, una pacificación completa dentro del Estado y su territorio; construir "la tranquilidad, la seguridad y el orden" para crear con ello la situación normal que es condición para que las normas jurídicas puedan imperar en absoluto desde el momento en que toda norma presupone una situación normal y ninguna norma puede ser válida en una situación que la desafía de modo completamente anormal.
Esta necesidad de lograr la pacificación intra-estatal conduce, en situaciones críticas, a que el Estado como unidad política en si, mientras existe, pueda también determinar al "enemigo interno". Es por ello que en todos los Estados, bajo alguna forma, existe lo que el Derecho Público (…)conoció como (…) formas de repudio, ostracismo, exclusión, (…) alguna forma de declarar un enemigo interno, ya sea con medidas más severas o más benignas; vigentes ipso facto o establecidas de modo jurídico mediante leyes especiales; ya sea manifiestas o encubiertas en descripciones genéricas.
Fuente: Carl Schmitt. El concepto de lo político. Madrid, Alianza, 2009
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